Porque de niña me contaban cuentos de brujas,
crecí a la defensiva, sin pedir clemencia;
aprendí a armar mi cuerpo como un puzle,
destacando las piezas principales donde partir conmigo, donde lamer o besar para lograrme,
donde tocar para acelerar mis ritmos.
No supe de miedos a las esquinas, ni a los rincones de la vida;
“volé” hasta “borrarme” con la falda levantada
para satisfacer curiosidades iniciales de mis vecinos;
cansé a los domadores del barrio, terminando rebelde,
galopando calles y avenidas.
Acorralada por el SIDA, pido permiso para respirar profundo,
Y sigo dispuesta a sortear la vida con una moneda al aire
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